El eje central es la Cruz en la que está Jesucristo, ligeramente descentrado. Jesucristo está crispado, y casi putrefacto, con heridas purulentas. La cruz de madera ha sido realizada a partir de un árbol groseramente tallado. Su brazo horizontal se comba al sostener el cuerpo imponente de un hombre martirizado, retratado en el último espasmo que precede a la muerte. Las manos clavadas a la cruz parecen contorsionarse convulsamente, los brazos se extienden desarticulados por encima de la cabeza reclinada sobre el pecho, cubierta de una impresionante corona de espinas; la boca deshecha por el dolor parece haber exhalado ya el último suspiro
Ernst Gombrich comenta en estos términos la escena:
Como un predicador de la Pasión, Grünewald no ahorró nada para expresar los horrores de la cruel agonía: el cuerpo moribundo de Cristo está deformado por la tortura de la cruz; las espinas de los látigos penetraron en las heridas supurantes que recubren toda la figura. La sangre de color rojo oscuro contrasta claramente con el verde pálido de la carne. Cristo crucificado expresa el significado de su sufrimiento a través de las facciones y del conmovedor gesto de las manos.
unto a la cruz se encuentra María, con velo y blanco hábito monacal, con un rostro que parece bellísimo en la palidez del agotamiento. No es una figura resignada, sino angustiada al descubrir el cuerpo de su hijo crucificado. Se retuerce las manos hasta hacerse daño.
A la Virgen la sostiene piadosamente san Juan vestido de rojo, cuyo corte de pelo y rasgos faciales tienen el aire de un joven estudiante alemán.
A los pies de ellos, la Magdalena implora a Cristo. Viste un amplio manto color rosa, se retuerce en el lamento y tiende las manos juntas hacia la cruz. Envejecida, la Magdalena se tiende como un arco, con el cuerpo y con los brazos, y mira angustiada, a través del velo que le cae sobre los ojos, el cuerpo martirizado de Cristo.